La respuesta corta es: No. La respuesta larga es la siguiente:
A día de hoy la mayoría de nosotros hemos escuchado hablar de al menos una criptomoneda
en algún lugar, probablemente del Bitcoin. Pero, ¿Qué son?
Las criptomonedas son, según nos las define la web del banco Santander, un activo (es decir,
dinero) que emplea un cifrado criptográfico que asegura su titularidad y la seguridad de sus
transacciones, y que además evita que se realicen copias de él. Estas monedas no son físicas, y
se guardan en una cartera virtual. Por último, cabe destacar que para el control de sus
transacciones se usa una base de datos descentralizada con tecnología blockchain, y que sus
transacciones son irreversibles.
Ahora bien, ¿cómo consigo una criptomoneda? Los métodos habituales son dos. El primero y
más evidente es comprarlas o intercambiarlas, en un sistema similar al que podríamos
encontrar en la bolsa de acciones, con valores que fluctúan a lo largo del tiempo según se
compran o venden las monedas.
La segunda forma es la minería de criptomonedas. La minería de criptomonedas es el proceso
de registrar transacciones de blockchain, a cambio de una recompensa, entregada en el
mismo tipo de criptomoneda que se está minando. Es decir, es aprovechar la potencia
informática o recursos de tu ordenador para contribuir a la gestión de transacciones de la
blockchain y obtener a cambio esas recompensas en forma de criptomoneda.
Y es en esta última modalidad donde reside el dilema de la sostenibilidad. Si uso mi portátil
para minar criptomonedas durante la noche, lo máximo que conseguiré será pagar más en la
factura de la luz. Pero, ¿y si comprara 1000 tarjetas gráficas de última generación, las metiera
en una nave industrial y las tuviera 24 horas al día, 365 días al año minando? Bienvenidos al
mundo de las granjas de criptomonedas.
Esta práctica genera dos tipos de residuos: el primero es el derivado del consumo energético y
las emisiones de carbono. El segundo en cambio es el residuo electrónico.
Empezando por este segundo, la mejor forma de visualizar su impacto es la conclusión del
estudio realizado por los economistas Alex de Vries y Christian Stoll, del banco central holandés
y del MIT. En él concluyeron que cada transacción de bitcoin, a causa del desgaste de las
tarjetas gráficas empleadas, genera un promedio de 272 gramos de residuos electrónicos, qué
es el equivalente a dos iPhone 12 Mini. Además, si nos fijamos en las cifras globales, la minería
de bitcoin genera 30,7 Kilotoneladas de residuos electrónicos al año, una cifra comparable a los
residuos de este tipo generados por un país entero como Países Bajos.
Respecto al gasto energético las cifras no se quedan atrás, y se ha calculado que el bitcoin
consume cada hora un total de 500 terawatts, lo que pone su consumo energético anual a la
altura del consumo total de países como República Checa, Chile, o de nuevo Países Bajos.
Además, el impacto en la huella de carbono de la minería de bitcoin se ve reflejado en las
17000 kilotoneladas de Dióxido de Carbono que genera anualmente, cifra cercana a la de
países como Croacia.
Y, por último, cabe destacar un dato importante sobre estas cifras: Estos datos solo reflejan el
consumo del Bitcoin, no contemplan ninguna otra moneda. Y en el mundo existen actualmente
más de 10.000 criptomonedas distintas